'El conejo blanco' es la primera novela de Nino Treusch, un thriller que aborda las consecuencias que las ondas electromagnéticas pueden tener para la salud
Es una de las preguntas del millón y de momento ya les avanzo que no
existe una respuesta contundente. ¿Son los móviles perjudiciales para la
salud? Según varios estudios, una prolongada exposición a las
radiaciones que emiten estos aparatos puede crear trastornos cerebrales,
cataratas, Alzheimer o cáncer. Pero también es cierto que hay expertos y
científicos de renombre que han descalificado estas investigaciones.
Con este tema de actualidad de telón de fondo, Nino Treusch, que trabajó ocho años en una multinacional del sector, ha editado su primera novela, ‘El conejo blanco’,
con la que abre un debate ético y moral sobre el uso de una determinada
tecnología y los posibles peligros que encierra la utilización del
móvil. La Organización Mundial de la Salud alertó el pasado mes de junio
sobre el riesgo de desarrollar un tumor cerebral tras el uso “intenso y
continuado del móvil”. El debate científico y social sigue más abierto
que nunca, y ahora Treusch quiere con su libro debut lograr que la gente
se haga preguntas para un problema que podría tener sus primeras
consecuencias visibles en “diez o quince años”.
-Su novela empieza fuerte, con un hombre enterrado vivo a punto de morir, yo también lo haré. Directo. ¿Son los móviles dañinos para la salud?
-Empecé a escribir el libro a principios de 2004. Ese año publicaron una investigación sobre los efectos de las ondas electromagnéticas en células in vitro. Son unas 500 páginas y me tomé el tiempo de leérmelo. No soy médico, pero la última página en particular me parecía un poco preocupante. Tenía miedo y empecé a pensar. Piense además que en 2003 y 2004 el mercado de móviles no era tan grande como el de ahora. Así me llegó la idea de escribir sobre un concepto más ético que confrontase las problemáticas sobre cómo se puede comercializar una tecnología en la que hay dudas. Es el reflejo de cómo vivimos hoy en día, lo queremos todo rápido. Las cosas que necesitan de tiempo o de años parece que no interesan mucho a la gente.
-Si usted empezó a escribir sobre ello es porque no lo veía nada claro…
-Sí, pero siendo que consciente que cuando se escribe sobre algo así puede ser que con los años salgan otras investigaciones que te digan lo contrario, algo que sería muy bueno para nosotros en este caso. Me leí todas las investigaciones públicas que llegaron, que eran bastantes, y me pareció terrible todo lo que leí.
-¿Por qué?
-Todas acaban con la misma conclusión, que se necesitan más estudios. Cuando hablamos de algo dañino, no nos referimos a algo que pase mañana, o cada día. Es un efecto que de producirse, no tendríamos resultados hasta los próximos 10 o 15 años.
-Según estos estudios no quedaría mucho tiempo, quizás mientras algunos sigan estudiando podrían aparecer los primeros síntomas…
-Ese es el tema del libro, parte de un problema ético. En Estados Unidos los casos de medicinas que han sido más dañinas que las que han curado se han aumentado considerablemente. Es el mal de esta sociedad que busca la inmortalidad, ser todos guapos, fuertes, etc. Se están tomando cosas que antes necesitaban un poco más de tiempo para experimentar y validar.
-¿También pasa con los móviles?
-Piensa en la gente que telefonea una hora cada día. De aquí diez años, si siguen con esta media, habrán pasado un año entero ocho horas al día enganchados al móvil. Puede ser un efecto acumulativo que afecte a mucha gente.
-En España hay un refrán que dice, “cuando el río suena, es que agua lleva”…
-Este año la Organización Mundial de la Salud también se ha pronunciado en este sentido. Entiendo que al consumidor le cueste creerlo porque no hay nada cien por cien cierto, pero hoy en día tenemos muchos datos como para aconsejar ir con mucho más cuidado en el uso de estos móviles. Escribir esta novela es una manera de poner a todo el mundo en contacto con un problema que puede ser real. Hay mucho debate, con opiniones antagónicas, y esto tampoco ayuda.
-Usted ha trabajad en una multinacional del sector. ¿Las compañías de telefonía están financiando, es decir, pagando estudios que digan que los móviles no son nocivos?
-No, no creo que pase eso. La empresa donde trabajé es un poco el reflejo de este mundo. Ellos no son responsables, si no hay una ley que lo prohíba, no hacen nada mal, y así piensa mucha gente. Son otras las organizaciones que necesitan poner reglas. Y en cierto modo, lo hacen. Pero el problema es que hay dos problemas, que falta dinero y que en la mayoría de las investigaciones que se han hecho hasta ahora el dinero ha llegado de las compañías que hacen estos teléfonos. Pero sí que es cierto que si uno mira los gastos en marketing y en investigaciones verá que son dos mundos diferentes, y en un segundo tema es que no se invierte lo suficiente. Luego también está el tiempo que se necesita para confirmar si estos aparatos pueden ser dañinos o no, diez años son muchísimos.
-Se lo diré de otra forma. ¿Cuánto tiempo cree que tiene que pasar para que podamos calibrar si los móviles son o no nocivos para nuestra salud?
-Pienso que el mundo tiene bastantes problemas como para preocuparse ahora de ello, esta es la sensación que me transmiten. Necesitas primero que la comunidad científica unifique un método de investigación. Hay mucho debate sobre cuál es el mejor método para calibrar el efecto de estas ondas.
-Entiendo que en su opinión, y a pesar de que no hayan estudios que lo demuestren, es necesario que el consumidor adopte las máximas medidas posibles.
-Sí, creo que la gente está hoy más preocupada que en 2003 cuando salieron los primeros estudios. Se ha hablado mucho de este tema y no hay consenso, algo que no es bueno para un aparato que usan seis millones de personas y del que se venden 1,4 millones de unidades al año. Imaginarse hoy el mundo sin teléfonos móviles es imposible. Pero sí que podemos poner más atención en las llamadas que hacemos, muchas de ellas son inútiles. Cuando llamas por ejemplo para decir “estoy llegando”. Creo que cada uno puede hacer balance de su vida.
-¿Recomienda reducir el número de llamadas al día o restringir directamente el uso del móvil?
-Lo primero que recomiendo es que la gente use auriculares. Lo segundo es pensar un poco en qué tipo de comunicación es importante hacer. Esto no es solo aplicable al teléfono. Se transmite mucha información que no es importante.
-Los últimos estudios ponen el acento en que los niños son los que están más expuestos a estas ondas. Precisamente en un momento en que cada vez se tiene móvil a menos edad…
-Sí, en 2003 los niños no tenían teléfono, es por eso que ahora se habla más de este tema. Según los estudios, los niños son los que están expuestos a un riesgo mayor porque su cerebro es más vulnerable. Cada país está tratando el tema de manera diferente, en Inglaterra se habla mucho de prohibir el teléfono a los menores, por ejemplo. En los países del norte también está el debate.
-¿Prohibiría el uso del teléfono a los menores?
-Los menores pueden vivir sin móvil, se sabe siempre donde están y siempre van con alguien de más edad y que tiene teléfono. No creo que sea necesario si se tiene organización. Mi hija tiene siete años y yo también me planteo esta cuestión porque sé que algún día me lo preguntará, y espero que lo haga lo más tarde posible. Creo que esta novela puede servir también a la gente joven para que empiecen a cuestionarse cosas.
-Para que no acaben convertidos en conejos blancos…
-Sí, la idea es que el mundo no sea un conejo de laboratorio.
-No me ha contestado, ¿prohibiría el móvil a los menores?
-No creo que el móvil sea necesario para los menores de diez años. Hasta que no lleguen los resultados definitivos es importante tomar un poco de distancia.
-¿Con los imparables avances tecnológicos que hay hoy en día nos hemos convertido todos en conejos blancos sin saberlo?
-En estos últimos años he hablado con profesores, médicos, etc. Cuando se escribe sobre algo delicado uno tiene que hacerlo con el máximo rigor. He encontrado a mucha gente increíble, y son todos mucho más negativos que yo.
-Hágame autocrítica, que por algo ha escrito la novela. ¿Tienen las multinacionales de móviles que invertir mucho más en investigación de lo que se hace?
-Sí, pero no solo este sector, sino todos los sectores. Es la parte más difícil, porque significa pensar a largo plazo cuando seguro que hay otros problemas, es el ritmo de vida que llevamos hoy. A la gente le gusta la tecnología, cambiar cada dos o tres meses de aparato, tener lo último. Para mí la seguridad es tener la certeza de que sabes que no te hace daño, y eso no lo podemos asegurar. Hay gente que incluso lo ha comparado con el tabaco.
-El tabaco puede matar, eso sí es demostrable.
- Sí, pero para mí hay una diferencia, y es que es difícil vivir en una ciudad donde estamos rodeados de tecnología, también hay mucha gente que piensa que las antenas de los teléfonos móviles te pueden influenciar, pero si vives en una ciudad es imposible no estar cerca de alguna.
-¿Comparar el uso del móvil con el tabaco es alarmista?
-Pienso que hay muchas cosas similares, cuando hay debates así siempre se acaba “matando” al consumidor. Puede ser que algún día el teléfono lleve escrito el mensaje de “usarlo puede matar”. Y después el consumidor hará lo que quiera, es una de las maneras más simples para solucionar el problema.
-Algunos de los estudios no dudan en hacer una lista de las patologías que se pueden desarrollar a consecuencia del uso del móvil. Alzheimer, cataratas o cáncer son algunas de ellas. De momento la única enfermedad demostrable es la de la adicción al aparato. ¿Irá a más?
-Hay países donde existe más que en otros. El mundo ha cambiado mucho, antes los niños jugaban en la calle, ahora se pasan el día en casa conectados. Hay un estudio reciente de Harvard que dice que la gente es menos productiva cuánto más conectada está. Es importante que la tecnología no te cambie, el contacto humano sigue siendo el más importante. Hay mucha gente que es adicta a la tecnología y, personalmente, no entiendo porqué.
-No sé si a sus colegas de sector les ha hecho mucha gracia que debutara con una novela tan polémica para ellos…
-(Ríe). No, les ha gustado, pienso que no he escrito nada que no se puede mirar desde un prisma de investigación. La gente del sector que lo ha leído no tiene ninguna queja, entre otras cosas porque es un tema del que ya se hablaba antes, yo no he descubierto nada. La industria no es tonta, pero hasta que no haya una ley en este sentido ya te he dicho que no pueden hacer nada. Son pequeñas cositas las que se pueden hacer, como llevar un auricular.
-¿Nadie le ha acusado de alarmista?
-Hay gente que ha dicho que he escrito sobre este tema para incrementar las ventas. Simplemente es una novela. La gente que habla de alarmismo es la que quiere cerrar los ojos. Si vas a Google y pones la palabra teléfono móvil y cáncer verás que te llegan 20 millones de páginas. Es un tema que a la gente le toca de cerca pero que le gustaría tener un poco más de confianza, y eso es lo he querido reflejar en el libro.
-A día de hoy la seguridad total no existe.
-No, haciendo caso a las investigaciones o a lo que dice la OMS nadie puede estar tranquilo.
-Por cierto, ¿usted tiene móvil?
-Sí, pero siempre llevo auriculares y por la noche siempre lo apago. Teniendo línea fija es una tontería.
-Su novela empieza fuerte, con un hombre enterrado vivo a punto de morir, yo también lo haré. Directo. ¿Son los móviles dañinos para la salud?
-Empecé a escribir el libro a principios de 2004. Ese año publicaron una investigación sobre los efectos de las ondas electromagnéticas en células in vitro. Son unas 500 páginas y me tomé el tiempo de leérmelo. No soy médico, pero la última página en particular me parecía un poco preocupante. Tenía miedo y empecé a pensar. Piense además que en 2003 y 2004 el mercado de móviles no era tan grande como el de ahora. Así me llegó la idea de escribir sobre un concepto más ético que confrontase las problemáticas sobre cómo se puede comercializar una tecnología en la que hay dudas. Es el reflejo de cómo vivimos hoy en día, lo queremos todo rápido. Las cosas que necesitan de tiempo o de años parece que no interesan mucho a la gente.
-Si usted empezó a escribir sobre ello es porque no lo veía nada claro…
-Sí, pero siendo que consciente que cuando se escribe sobre algo así puede ser que con los años salgan otras investigaciones que te digan lo contrario, algo que sería muy bueno para nosotros en este caso. Me leí todas las investigaciones públicas que llegaron, que eran bastantes, y me pareció terrible todo lo que leí.
-¿Por qué?
-Todas acaban con la misma conclusión, que se necesitan más estudios. Cuando hablamos de algo dañino, no nos referimos a algo que pase mañana, o cada día. Es un efecto que de producirse, no tendríamos resultados hasta los próximos 10 o 15 años.
-Según estos estudios no quedaría mucho tiempo, quizás mientras algunos sigan estudiando podrían aparecer los primeros síntomas…
-Ese es el tema del libro, parte de un problema ético. En Estados Unidos los casos de medicinas que han sido más dañinas que las que han curado se han aumentado considerablemente. Es el mal de esta sociedad que busca la inmortalidad, ser todos guapos, fuertes, etc. Se están tomando cosas que antes necesitaban un poco más de tiempo para experimentar y validar.
-¿También pasa con los móviles?
-Piensa en la gente que telefonea una hora cada día. De aquí diez años, si siguen con esta media, habrán pasado un año entero ocho horas al día enganchados al móvil. Puede ser un efecto acumulativo que afecte a mucha gente.
-En España hay un refrán que dice, “cuando el río suena, es que agua lleva”…
-Este año la Organización Mundial de la Salud también se ha pronunciado en este sentido. Entiendo que al consumidor le cueste creerlo porque no hay nada cien por cien cierto, pero hoy en día tenemos muchos datos como para aconsejar ir con mucho más cuidado en el uso de estos móviles. Escribir esta novela es una manera de poner a todo el mundo en contacto con un problema que puede ser real. Hay mucho debate, con opiniones antagónicas, y esto tampoco ayuda.
-Usted ha trabajad en una multinacional del sector. ¿Las compañías de telefonía están financiando, es decir, pagando estudios que digan que los móviles no son nocivos?
-No, no creo que pase eso. La empresa donde trabajé es un poco el reflejo de este mundo. Ellos no son responsables, si no hay una ley que lo prohíba, no hacen nada mal, y así piensa mucha gente. Son otras las organizaciones que necesitan poner reglas. Y en cierto modo, lo hacen. Pero el problema es que hay dos problemas, que falta dinero y que en la mayoría de las investigaciones que se han hecho hasta ahora el dinero ha llegado de las compañías que hacen estos teléfonos. Pero sí que es cierto que si uno mira los gastos en marketing y en investigaciones verá que son dos mundos diferentes, y en un segundo tema es que no se invierte lo suficiente. Luego también está el tiempo que se necesita para confirmar si estos aparatos pueden ser dañinos o no, diez años son muchísimos.
-Se lo diré de otra forma. ¿Cuánto tiempo cree que tiene que pasar para que podamos calibrar si los móviles son o no nocivos para nuestra salud?
-Pienso que el mundo tiene bastantes problemas como para preocuparse ahora de ello, esta es la sensación que me transmiten. Necesitas primero que la comunidad científica unifique un método de investigación. Hay mucho debate sobre cuál es el mejor método para calibrar el efecto de estas ondas.
-Entiendo que en su opinión, y a pesar de que no hayan estudios que lo demuestren, es necesario que el consumidor adopte las máximas medidas posibles.
-Sí, creo que la gente está hoy más preocupada que en 2003 cuando salieron los primeros estudios. Se ha hablado mucho de este tema y no hay consenso, algo que no es bueno para un aparato que usan seis millones de personas y del que se venden 1,4 millones de unidades al año. Imaginarse hoy el mundo sin teléfonos móviles es imposible. Pero sí que podemos poner más atención en las llamadas que hacemos, muchas de ellas son inútiles. Cuando llamas por ejemplo para decir “estoy llegando”. Creo que cada uno puede hacer balance de su vida.
-¿Recomienda reducir el número de llamadas al día o restringir directamente el uso del móvil?
-Lo primero que recomiendo es que la gente use auriculares. Lo segundo es pensar un poco en qué tipo de comunicación es importante hacer. Esto no es solo aplicable al teléfono. Se transmite mucha información que no es importante.
-Los últimos estudios ponen el acento en que los niños son los que están más expuestos a estas ondas. Precisamente en un momento en que cada vez se tiene móvil a menos edad…
-Sí, en 2003 los niños no tenían teléfono, es por eso que ahora se habla más de este tema. Según los estudios, los niños son los que están expuestos a un riesgo mayor porque su cerebro es más vulnerable. Cada país está tratando el tema de manera diferente, en Inglaterra se habla mucho de prohibir el teléfono a los menores, por ejemplo. En los países del norte también está el debate.
-¿Prohibiría el uso del teléfono a los menores?
-Los menores pueden vivir sin móvil, se sabe siempre donde están y siempre van con alguien de más edad y que tiene teléfono. No creo que sea necesario si se tiene organización. Mi hija tiene siete años y yo también me planteo esta cuestión porque sé que algún día me lo preguntará, y espero que lo haga lo más tarde posible. Creo que esta novela puede servir también a la gente joven para que empiecen a cuestionarse cosas.
-Para que no acaben convertidos en conejos blancos…
-Sí, la idea es que el mundo no sea un conejo de laboratorio.
-No me ha contestado, ¿prohibiría el móvil a los menores?
-No creo que el móvil sea necesario para los menores de diez años. Hasta que no lleguen los resultados definitivos es importante tomar un poco de distancia.
-¿Con los imparables avances tecnológicos que hay hoy en día nos hemos convertido todos en conejos blancos sin saberlo?
-En estos últimos años he hablado con profesores, médicos, etc. Cuando se escribe sobre algo delicado uno tiene que hacerlo con el máximo rigor. He encontrado a mucha gente increíble, y son todos mucho más negativos que yo.
-Hágame autocrítica, que por algo ha escrito la novela. ¿Tienen las multinacionales de móviles que invertir mucho más en investigación de lo que se hace?
-Sí, pero no solo este sector, sino todos los sectores. Es la parte más difícil, porque significa pensar a largo plazo cuando seguro que hay otros problemas, es el ritmo de vida que llevamos hoy. A la gente le gusta la tecnología, cambiar cada dos o tres meses de aparato, tener lo último. Para mí la seguridad es tener la certeza de que sabes que no te hace daño, y eso no lo podemos asegurar. Hay gente que incluso lo ha comparado con el tabaco.
-El tabaco puede matar, eso sí es demostrable.
- Sí, pero para mí hay una diferencia, y es que es difícil vivir en una ciudad donde estamos rodeados de tecnología, también hay mucha gente que piensa que las antenas de los teléfonos móviles te pueden influenciar, pero si vives en una ciudad es imposible no estar cerca de alguna.
-¿Comparar el uso del móvil con el tabaco es alarmista?
-Pienso que hay muchas cosas similares, cuando hay debates así siempre se acaba “matando” al consumidor. Puede ser que algún día el teléfono lleve escrito el mensaje de “usarlo puede matar”. Y después el consumidor hará lo que quiera, es una de las maneras más simples para solucionar el problema.
-Algunos de los estudios no dudan en hacer una lista de las patologías que se pueden desarrollar a consecuencia del uso del móvil. Alzheimer, cataratas o cáncer son algunas de ellas. De momento la única enfermedad demostrable es la de la adicción al aparato. ¿Irá a más?
-Hay países donde existe más que en otros. El mundo ha cambiado mucho, antes los niños jugaban en la calle, ahora se pasan el día en casa conectados. Hay un estudio reciente de Harvard que dice que la gente es menos productiva cuánto más conectada está. Es importante que la tecnología no te cambie, el contacto humano sigue siendo el más importante. Hay mucha gente que es adicta a la tecnología y, personalmente, no entiendo porqué.
-No sé si a sus colegas de sector les ha hecho mucha gracia que debutara con una novela tan polémica para ellos…
-(Ríe). No, les ha gustado, pienso que no he escrito nada que no se puede mirar desde un prisma de investigación. La gente del sector que lo ha leído no tiene ninguna queja, entre otras cosas porque es un tema del que ya se hablaba antes, yo no he descubierto nada. La industria no es tonta, pero hasta que no haya una ley en este sentido ya te he dicho que no pueden hacer nada. Son pequeñas cositas las que se pueden hacer, como llevar un auricular.
-¿Nadie le ha acusado de alarmista?
-Hay gente que ha dicho que he escrito sobre este tema para incrementar las ventas. Simplemente es una novela. La gente que habla de alarmismo es la que quiere cerrar los ojos. Si vas a Google y pones la palabra teléfono móvil y cáncer verás que te llegan 20 millones de páginas. Es un tema que a la gente le toca de cerca pero que le gustaría tener un poco más de confianza, y eso es lo he querido reflejar en el libro.
-A día de hoy la seguridad total no existe.
-No, haciendo caso a las investigaciones o a lo que dice la OMS nadie puede estar tranquilo.
-Por cierto, ¿usted tiene móvil?
-Sí, pero siempre llevo auriculares y por la noche siempre lo apago. Teniendo línea fija es una tontería.
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